Cerraron las escuelas. Y las guarderías. Muchas tiendas no
pudieron abrir sus puertas. Tampoco las plantas de algunas fábricas. Faltaban
las mujeres. El 24 de octubre de 1975 las islandesas decidieron no ir a
trabajar. Tomaron las calles para reivindicar la igualdad. Y paralizaron el
país. Literalmente. Más del 90% de las ciudadanas de la isla (de algo más de
220.000 habitantes) secundaron el llamado “día libre de las mujeres”. Tanto que
los periódicos vespertinos no pudieron imprimirse. La mayoría de las tipógrafas
y las secretarias eran mujeres y también habían secundado el paro. Muchos
hombres, poco acostumbrados a los cuidados familiares, tuvieron que llevarse a
sus hijos al trabajo. Y preparar desayunos, almuerzos y cenas. Ese día, en los
comercios que quedaban abiertos se acabaron las salchichas, una de las comidas
más simples y socorridas.
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